Me gusta pensar que tengo todo calculado, cada movimiento se balancea sin inesperadas colisiones ni resultados no deseados para llegar a su objetivo y poder continuar, sin detenerse, generando nuevos objetivos cada vez. Que cada objeto está guardado en su preciso lugar, donde pasaré a recogerlo más tarde en el preciso momento en que estaba premeditado uniéndose todos los materiales necesarios en el lugar necesario para poder crear.
Pero la verdad es que para mí, la mayoría de las situaciones pasan por coincidencias. Yo soy un gran creyente de las coincidencias, siendo nosotros los humanos la madre de las coincidencias. La gran coincidencia de que pudiera haber agua, una distancia apropiada del sol y colisiones inesperadas entre átomos que se encontraban en distintas posiciones, que ahora, por una coincidencia llegaron a estar juntos, formando lo que hoy llamamos un ser vivo. En otros planetas hay agua, incluso en lunas, hace poco descubrieron que hay sustancias orgánicas en una luna, lo único que les falta son las coinciencias. Las mismas coincidencias que unen personas que nunca se habían visto, que por coincidencias tienen cosas en común, conocidos en común, gustos afines, creencias diferentes lo que da a lugar increíbles discusiones, excelentes discusiones.
Me gusta pensar que a mis lectores les gusta lo que leen.
En esta oportunidad los dejo con Flight of the Conchords, un excelente duo neozelandés.
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